sábado, 1 de enero de 2011

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Sonó el despertador a las seis y media de la mañana. Me incorporé en la cama y estiré los brazos, giré el cuello, la espalda, las piernas e incluso los dedos de los pies. Hoy había amanecido muy pronto y, extrañamente, no llovía, ni granizaba, ni nada por el estilo. Miré el despertador para apagar la alarma y ví una nota en un papel blanco debajo de éste. 'Espero no haber hecho ruido al irme. Se me olvidó decirte que te quiero '. Doblé la nota y la guardé en el cajón de la ropa interior. Me di una ducha antes de ir a clase. Hoy tenía suficiente tiempo, una hora y media exactamente para que empezasen las clases. Cuando llevaba un rato en la ducha, se me ocurrió mirar mi reloj Casio, rosa. Me lo había regalado Adrián antes de irse a España. Recuerdo perfectamente que llegué una semana entera tarde a clase, me dormía o se me pasaba el tiempo volando. El último día de la semana, cuando llegué a casa y solté la maleta en mi cuarto, había una pequeña cajita de regalo, rosa, encima de la cama. A su derecha había una nota, rosa, en la que ponía, 'Más te vale usarlo'. Lo abrí ilusionada y entonces descubrí el Casio rosa. Me enamoré de él, nunca había visto un reloj Casio rosa. Desde ese día no me quito el reloj. Lo uso siempre, aunque nunca me sirvió de nada. Miré la hora. Las siete. Dios, había pasado media hora debajo del agua. Salí y me vestí. Me sequé un poco el pelo y me lo peiné, aunque lo dejé 'rebelde'. Hice la maleta y me fui a la cocina. Estaba todo patas arriba, mis padres llegaron ayer contentos. Recogí todo un poco para abrirme hueco y poder dejar una bandeja. Me hice un colacao y me lo tomé rápido. Decidí salir de allí ya, no quería llegar tarde a Matemáticas.

...

Un día que llego temprano a clase, un día que falta la profesora. Como era la primera clase del día, no teníamos deberes. Saqué un cuaderno de cuadritos y comencé a repasar las líneas dibujando cuadritos con el grafito del lápiz. Me gustaba hacer eso, me ayudaba a reflexionar. Mi vida había cambiado mucho. Antes todo era una rutina y, aunque lo seguía siendo, ya no era monótona. Me gustaba. Me gustaba levantarme y que él fuera en lo primero en lo que pensara. Me gustaba acostarme y que él fuera en lo último que me pasara por la cabeza. Me gustaba recordar sus besos y que se me erizara la piel. Me gustaba volver a pensar en sus caricias y que mil escalofríos me recorrieran. Me gustaba la forma en que me hablaba y cómo lo hacía, las palabras que decía y cómo las usaba. Me gustaba él. Me gustaba Marco. Mi Marco. Me gustaba él en todo su conjunto, en todo su ser y todo lo que ello significaba. Me gustaba su acento italiano cuando hablaba. Me gustaba su risa, esa que hacía que se le formaran dos hoyuelos en los mofletes. Me gustaban sus comisuras de los labios, que se giraban ligeramente hacia arriba y le daban a su boca ese aire tan atractivo. Me gustaba su pelo y entrelazar mis dedos en el. Me gustaban sus manos, grandes y fuertes pero suaves y lisas.
-Monica.
-Eh... Sí, dime- le dije a Amanda sonriéndole.
-Esta tarde hemos quedado para ir al cine. ¿Vienes con nosotros?
-¡Vale! Hablo con Marco y se lo digo, ya lo veré después.
-Está bien. ¿A que no sabes qué?
Seguimos hablando de mil cosas más, de cientos de cotilleos de los que no me había enterado. Llegó la hora de gimnasia, justo antes del recreo y fuimos al gimnasio. Este trimestre estábamos dando clases de salsa, para hacerlo más llevadero, y como apenas faltaban dos semanas para que terminara el curso, estábamos preparando una coreografía. Los encargados de montarla éramos Tom y yo. Quiero resaltar que yo no quería hacerlo, pero como ninguna chica quería lo echamos a suerte, y lo mío, precisamente, no es la suerte. Puse el CD de la canción y le di a stop para que no empezara a sonar. Me subí los pantalones por la rodilla y me quedé en calcetines. Tom hizo lo mismo. Nos pusimos en nuestros puestos y la profesora le dio al play.
-¡Un, dos, tres, cuatro!- gritó Tom al empezar a sonar la canción, y tras el cuatro comenzamos a andar hacia delante para 'encontrarnos'.
-Un, dos, tres, cuatro. Un, dos, tres, cuatro...- marcábamos durante toda la coreografía hasta que por fin acabamos y empezaron a aplaudir.
Estuvimos ensayando hasta que terminó la clase, y nos fuimos a las duchas. Me di una ducha ligera y le dije a Amanda que iba con Marco.

...

-Marco.
-Dime- me dijo sonriendo.
-¿Te importa si esta tarde voy con mis amigos al cine?
-Claro que no, ¿a cuál vais?
-Al que está en el centro comercial.
-Ah, pues yo voy a ir a comprarle regalos a mi familia. Si quieres después te recojo.
-Vale. Oye, ¿qué hora es?
-Faltan diez minutos para que termine el recreo.
-Tengo alternativa después del recreo. Pero no voy a ir.
-¿Alternativa? ¿Qué estudiáis en alternativa?
-Pues... Nada. Es una hora libre a la que le han puesto ese nombre. Los que dan religión van a una clase y los que no vamos a alternativa, pero no hacemos nada.
-¿Te quedas?- dijo mirándome mostrándome su risa más bonita.
-Si quieres.
Yo estaba en la cama y él estaba sentado en la silla. Se tiró encima mía y empezó a darme besos.
-¡Ti amo!

2 comentarios:

  1. ¡Genial!
    Soy la del privado xDD El comentario dl capítulo 4 también es mio, con uno de mis tantos blogs jajajaja
    Me encanta Marco *___* Yo quiero conocer a un chico así...
    Un beso ♥

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  2. Yo también quiero un Marco.
    Qué lastima, creo que son sólo producto de la imaginación.. :$
    Pero bueno .__.
    1beso!

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